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Sobre la economía, el dinero y la desigualdad

Manu Arenas
4 min readJun 23, 2021

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El dinero, intuyo, es el destructor de civilizaciones. Su métrica no responde a referencias físicas o tangibles. Más bien se trata de un reflejo de la naturaleza humana. No se entiende de otra manera que haya quienes ganan al día más de 40.000 euros. La deuda es la mayor estafa de la historia de la humanidad. Deuda sí, pero ¿contra qué o contra quién? A ver si alguien es capaz de responder en valor absoluto. Si es deuda contra otros países, ¿cuál es el garante último de esa deuda? Además, no hay ningún país u organización de países que no maneje la deuda como instrumento macroeconómico.

La deuda, en última instancia, está sustentada en la Biosfera. Se le “piden” préstamos que no son tales porque no se piensa en ningún momento en devolverlos. Son robos a economía armada.

Se ha sabido hoy que ha aumentado el número de ultra ricos. Obviamente: aumenta la cantidad de dinero en circulación física y en movimientos especulativos. Cada dólar o cada euro que se pone en circulación tiene una huella energética que no se calcula, pero debería ser calculada con precisión. Construir infraestructuras parece “guay”, pero el cemento y el acero son materiales que tienen un coste en CO₂ enorme. La industria textil tiene un coste en términos de coste energético y materias primas enorme.

No se trata de vivir en los árboles. Se trata de racionalizar la economía. Todas las soluciones para el cambio climático que se propugnan, lo hacen dando por válida la economía. Lo cual es una paradoja. Desde la chorrada monumental de pretender fabricar trampantojo de carne a partir de vegetales a mantener el modelo de trabajo (industrial) imperante, que, paradójicamente también, está intrínsecamente asociado al consumo de energía y materias primas.

La actividad económica actual se basa en un modelo de trabajo síncrono, en el que las empresas facturan por servicios y productos y los trabajadores cobran por horas. Cuando en la producción industrial se introdujo la máquina de vapor, se introdujo también el uso de combustibles fósiles y de la energía que se obtiene como fruto de esa combustión.

Antes de la máquina de vapor, la energía que intervenía en el trabajo era básicamente lenta y orgánica. El viento en un molino, o las velas de los barcos o el agua de una noria. O la energía de los caballos o los bueyes y de los propios trabajadores humanos. Los sistemas, en general, funcionan como se espera (linealmente) dentro de un determinado y limitado margen. Por ejemplo, una óptica en una cámara funciona bien con aperturas de diafragma en un rango intermedio de aperturas. Para aperturas muy amplias o muy cerradas, los artefactos visuales se hacen evidentes e inmanejables. El propio cuerpo humano funciona bien dentro de un margen de temperaturas muy limitado. Un motor funciona bien dentro de un margen de revoluciones dado y limitado, o un procesador en el caso de la frecuencia de reloj. Por ejemplo, si hacemos overclocking a un procesador, usando Nitrógeno líquido, por ejemplo, el consumo de energía empieza a aumentar fuera de la linealidad al aumentar la frecuencia. Y por debajo de ciertas frecuencias, el rendimiento cae en picado. En una bicicleta, para un desarrollo dado, el movimiento es óptimo para unas pedaladas determinadas. Si nos quedamos cortos no movemos los platos, y si nos pasamos, llega un momento en el que no podemos aumentar la cadencia sin “rompernos”.

En la economía, antes de las máquinas, había una relación lineal entre la energía involucrada en un trabajo, las horas de trabajo y el producto o el servicio fabricado u ofrecido. Tras la llegada de las máquinas, la relación entre servicios y productos “manufacturados” y la percepción de trabajo realizado por parte de los trabajadores se “linealizó” con la instauración de la jornada laboral a pesar de que se introdujo un cambio radical en la parte de la energía empleada y las materias primas transformadas. El trabajador siguió percibiendo una remuneración proporcional a las horas trabajadas, que a su vez eran aceptablemente proporcionales a los bienes y servicios manufacturados u ofrecidos.

El empresario, sin embargo, empezó a asumir los incrementos cada vez menos lineales en la producción en forma de beneficios. Los beneficios son como el tejido adiposo: cuando hay un exceso de glucógeno en el cuerpo, se transforma en tejido adiposo. A medida que los procesos industriales han aumentado en capacidad productiva, mejorando las máquinas y la logística para el movimiento y extracción de materias primas y energía, los trabajadores han seguido viviendo en la linealidad, mientras la industria se ha movido en la más absoluta de las exponencialidades.

La desigualdad que ahora es evidente en extremo, es el fruto de esta discrepancia en las curvas que se manejan: las lineales del proletariado y las exponenciales de la industria, y el tejido adiposo asociado (el dinero y en especial el dinero especulativo).

El sistema que empieza a funcionar fuera de la ventana de la linealidad es la Biosfera. Y eso es lo preocupante. El uso de materias primas y energía ha aumentado exponencialmente, convirtiendo a la economía en una obesa mórbida cuyo tejido adiposo es el dinero (especulativo), mientras que ese aumento exponencial está sacando a la Biosfera de la ventana de funcionamiento lineal que permite que nuestra biología se exprese sin necesidad de recurrir a trajes espaciales para sobrevivir.

#ideasenconstruccion

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