Ideas en construcción

Manu Arenas
5 min readApr 6, 2024

El principio: hacernos responsables de nuestra energía

De igual modo que percibimos la energía de los demás, lo demás perciben nuestra energía. Por tanto, es nuestro deber hacernos responsables de nuestra energía para que sea la mejor que podamos compartir. Solo así, el mundo será mejor.

(No podemos cambiar a los demás con palabras ni razonamientos, pero sí podemos cambiar nosotros. El contacto con la energía de los demás es una influencia más poderosa que las palabras)

¿Qué es la energía?

El amor (universal, al que aspiramos como seres humanos) es la transformación continua de consciencia en nuestra existencia a través de una mente en la que no hay ego. La energía emana de ese proceso de transformación. Si no hay ego, es una energía cálida y buena. Si hay ego, la energía es fea y tóxica.

El poder de las conexiones

Nos empeñamos en encasillar a las personas. A “meterlas” en cajas etiquetadas con nombres como “amigo”, “pareja”, “colega”, “rollo”, “familia”, “facha”, “rojo”. Nos montamos, además, nuestras particulares películas, atribuyendo a las personas a nuestro alrededor virtudes y defectos que son, en su mayor parte, proyecciones de nuestras expectativas.

Las “relaciones” son, en muchos casos, un juego de encajar expectativas o de encajar en las expectativas de los demás. Y nos perdemos todo lo demás. Si esperas algo, solo es posible (o no), aquello por lo que esperas. Si no esperas nada, todo es posible.

Las conexiones, sin embargo, no parten de expectativa alguna. No buscan “meter” a la otra persona en ninguna caja etiquetada. Las conexiones buscan el encuentro y el descubrimiento de la otra persona. La forma como se desarrolle una conexión es única y no es posible meterla en cajas tan pequeñas como las que estamos acostumbrados a manejar en nuestro día a día.

Las cajas son más “seguras”, pero hacen que nos perdamos, básicamente, a la otra persona. Para bien, o para no tan bien. Las conexiones no son sinónimo de unión. También pueden suponer la desunión.

Estar bien es una decisión

Dicen que antes de elegir la libertad, tienes que estar dispuesto a asumir niveles altos de soledad. No me gustan las frases hechas, todo sea dicho. Porque, para que una frase hecha cale realmente en nosotros, tenemos que hacerla nosotros mismos.

A veces, la libertad precisa de alejarse de aquello a lo que estamos acostumbrados. “Estar acostumbrado a…”, es una de las inferencias humanas más habituales y admitidas de nuestro tiempo. Nos acostumbramos a convivir con guerras, por ejemplo. O a confinamientos de dudosa necesidad y conveniencia. O a políticos que hablan más con descalificativos hacia sus rivales, que con ideas y propuestas de gobierno.

Nos acostumbramos a convivir con nuestras propias guerras también. A veces (muchas), nos acostumbramos a nuestras propias irregularidades. La vida, en cierto modo, es una sucesión de irregularidades, aunque lo suyo sea no acostumbrarse a ellas. Sean irregularidades buenas o malas.

Decididamente, “acostumbrarse a…” es una actividad de alto riesgo que hay que tomarse muy en serio.

“Estar bien es una decisión”. La clave de esta idea no es “estar bien”. De hecho, estar bien es secundario una vez que has elegido estarlo. Es la elección en sí misma la que importa.

(Las ideas son sonidos venidos del cielo).

Estar bien es una decisión. Pero, curiosamente, la primera intención tras escuchar esas palabras, las personas tratan de estar bien en primer lugar, para después hacerse la ilusión de que han elegido ese estado de bien-estar. Se esfuerzan como en el relato de “La Montaña de Entender y Comprender”, pero no están bien, porque no saben cómo alcanzar ese estado, y sin conocimiento, no se pueden tomar decisiones.

Esta transposición en el orden, lejos de ser inocua, anula por completo el valor intrínseco de esa afirmación. Primero, hay que elegir estar bien, después, “estar bien”, llega solo. No es más que una consecuencia de esa elección.

Lo difícil no es, por tanto, estar bien. Lo difícil es elegirlo incluso por encima de la adversidad. Generalmente, también, las personas se hacen la ilusión de que pueden elegir estar bien cuando las circunstancias son favorables, para descubrir, cuando no lo son, que no se está bien, por mucho que uno se esfuerce en el empeño.

No es extraño encontrar retiros “espirituales”, actividades, grupos, libros de autoayuda, terapias, psicólogos incluso, que no enseñan a elegir, sino técnicas más o menos elaboradas para ocultar que se está mal. Los psicofármacos, sin ir más lejos, son la máxima expresión de esta práctica, que es estar bien para hoy y depresión para mañana.

O las drogas, que también se usan en muchas ocasiones, no para ayudarnos a tomar la decisión de estar bien, sino para ocultar un estado de malestar vital.

La Montaña de Entender y Comprender

Desde lo alto de aquella montaña se decía que se podía ver todo lo que se necesita ver para entender y comprender. Caminé durante días, subí sorteando cansancio del cuerpo y del corazón, alimentado por la euforia de las expectativas, el ansia de la impaciencia… Llegué a la cima. Miré y no vi más que un paisaje bello y hermoso hasta donde alcanzaban mis sentidos. Pero no entendí ni comprendí.

Inicié el descenso, cansado y triste. Me dormí bajo las estrellas. Soñé que me despertaba, que subía a la cima ligero, sin esfuerzo, sin cansancio, sin euforia. Llegué a la misma cima que el día anterior. En la oscuridad del día, en la luz de la existencia. Miré y vi hasta donde alcanzaban mis emociones. Y me vi durmiendo, a lo lejos. Me vi como parte de todo. Como todo de nada. Y entendí y comprendí…

Este relato breve se aplica también a “estar bien es una decisión”. Cuando una postura vital o una decisión “cuesta trabajo”, no es una decisión realmente. Es una obligación. Las obligaciones deberían venir impuestas desde afuera solamente. No tiene mucho sentido que nosotros mismos nos obliguemos a algo. Porque, básicamente, no haremos caso. No podemos obligarnos a estar bien. Es muy costoso, nos agota. Es decidirlo lo que realmente funciona.

Qué es una decisión

Este tema lo tengo aún verde. Pero creo que una decisión es un acto de consciencia. Estar bien, por tanto, sería un acto de consciencia también, aunque asociado a la ausencia de ego.

Estar bien, en última instancia, puede que ni siquiera sea una decisión. Más bien es, estar bien es una expresión de amor (universal, al que todos aspiramos como seres humanos)

--

--